Oceánido
Una ola es una ola es una ola…
Posteado por: oceanido | abril 27, 2017Una ola es una ola es una ola…
La migración final del Delfín
In Memoriam Alberto Fares del Río.
Por: Efrén E. García Villalvazo
En estos momentos es cuando es más difícil escribir, pero se sabe que hay que hacerlo. En parte porque el amigo lo merece, en parte porque uno lo necesita. Me llama mi hermano Tito desde Los Cabos hace menos de una hora para avisarme que Beto se había ido. Hacía unas semanas que le habían intervenido del corazón y había salido bien, pero al parecer el relojito finalmente decidió detenerse. Curioso, siempre pensé que lo que más tenía Beto era corazón y es lo que fue a fallar.
Sé que mi amigo ahora vagará feliz por nuevos, coloridos y submarinos lugares, consuelo para los buzos que creemos que la vida -y el buceo- no termina con la muerte. El lamento es más bien de carácter egoísta, ¿qué haremos ahora sin Beto Fares? El café de los jueves en Sanborn´s del centro recibe un duro golpe, justo ahí donde duele. Su lugar a la cabeza de la mesa y recargándose en el poste central del restaurante queda vacío. El saludo a gritos alegres y con bromas burlonas desde que se entra al restaurant calla de ahora en adelante. Los regalos para ayudarles a “levantar” el ánimo a sus amigos serán extrañados.
Su sonrisa amplia y amistosa por encima de sus collares con colmillos de tiburones prehistóricos y coloridas camisas estampadas con animales marinos eran sus más preciadas posesiones, además de sus amigos a los que siempre ayudó y trató con esa varonil camaradería que nos hizo amarle en vida, y ahora lo sabemos, en su muerte. Por eso es que me vuelvo a preguntar, ¿qué haremos ahora sin Beto Fares? La tristeza me inunda de cabeza a pies, espesa, obscura.
Hace no mucho tiempo veía un video que circula por la red, en donde la hermandad de buzos de Acapulco se reunió para sumergir la nueva imagen de laReina de los Mares que está en el islote de La Yerbabuena. Ahí aparece nuestro añorado buzo Mario Murrieta dirigiendo la maniobra, entre un montón de lanchas de fondo de cristal que no quisieron dejar de trabajar ni porque había buzos en el agua. En varias tomas aparece Beto, llevando las tuercas, ayudando a colocar la estatua y al final, al lado de la virgen submarina que siempre fue su adoración.
De hecho él, junto con el buzo Mario Treviño y el padre Juan Carlos Rivas, fueron los promotores principales de este proyecto de alta espiritualidad en el que no solo consiguieron fundir y meter una nueva imagen de bronce de la virgen al mar sino que lograron que la bendijera personalmente el papa Juan Pablo II en uno de sus viajes a México, además de haber llevado la imagen por un recorrido por parte del estado de Guerrero antes de depositarla en su fondeadero marino final. No olvidemos que la Reina de los Mares es una de los iconos más tradicionales y reconocidos de Acapulco, con un lugar irremplazable en la fe de los acapulqueños y los turistas que nos visitan.
Hay algo que hay que remarcar de Beto como persona: era un buzo que adoraba el mar y todo lo que tenía que ver con él. Largas conversaciones tuvimos comentando de como se había deteriorado y como recibía contaminación de la ciudad que vive de él. No era el mar que habíamos disfrutado en nuestra juventud y eso le pesaba e impulsaba en una lucha que termina con su partida, en la que platicaba a quien quisiera oírle las fantásticas historias que vivía en sus buceos por la bahía en compañía de amigos, famosos y jóvenes que seguían de manera ávida sus escritos en prensa local y en sus entrevistas semanales en la televisión del puerto, siempre en su particular estilo simpático y dicharachero que no le impedía sin embargo señalar con enojo las cosas que no le parecían correctas, siendo por esto un buen ciudadano. Aún recuerdo como denunció furioso un cementerio de tortugas y uno de peces vela que mostraban el uso abusivo de los recursos del mar.
Debido a esto y mucho más se le reconoce como un impulsor inapreciable del buceo deportivo en Acapulco, sin falsos protagonismos buscados para satisfacer vanidades y aspiraciones egoístas, pero que sin embargo le llevaba a protagonizar por derecho propio una lucha quijotesca por la protección del medio ambiente marino y la ventaja de conservarlo como un gran atractivo turístico. Por esto es que en un consenso a nivel ciudad es que llevaba –y con mucho orgullo- el mote de El Delfín Fares.
Es de recordar también su honesta participación en el malogrado proyecto de arrecife artificial que fue el barco de guerra Restigouche de la marina canadiense, el cual pretendía revolucionar el buceo deportivo en el país mejorando por mil la oferta de buceo en naufragios que era posible conseguir en México al principios del año 2000. Se enfrentó de manera valiente y decidida a los intereses ocultos y convenencieros que se habían generado alrededor de este noble proyecto, que acabó siendo sacrificado al ser hundido en un lugar de difícil acceso, sepultando en el mismo evento largas y viejas amistades del puerto y varios prestigios personales duramente ganados también.
Viene a la memoria un proyecto –el último- muy acariciado por El Delfín, en el que quería rebautizar varios de los puntos de buceo reconocidos de la bahía y de la isla de La Roqueta con los nombres de buzos famosos del puerto, en un reconocimiento y consideración de que muchos de ellos fueron pioneros en esta actividad a nivel nacional e internacional. En este grupo de manera amable nos había agregado a sus amigos buzos aunque no tuviéramos ni con mucho tantos méritos. Esa era su manera gentil de incluir a sus amigos en su vida y en sus aventuras marinas.
Nuestro Beto Fares migra al fin en la jornada que todos hemos de emprender, y dentro de la tristeza que sus amigos sentimos quisiéramos decir que una parte de él queda para siempre en nuestro corazón. La verdad es que tarde nos damos cuenta que este simpático bribón se ha llevado una parte de nuestro corazón con él.
Adiós Beto-Delfín Fares, y a al estilo muy marinero tu amigos buzos y de tierra firme te desean buena mar y mejores vientos.
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